Aun en tiempos de sociedades atomizadas e individualismos exaltados, las comunidades crean y reinventan espacios de organización y resistencia a través de iniciativas novedosas que invitan a transitar otros caminos posibles. Uno de ellos es el del teatro comunitario, que ya lleva 31 años aportando su sello identitario a la cultura nacional. El director teatral uruguayo Adhemar Bianchi fue quien se lanzó a dar los primeros pasos en 1983, y así formó el Grupo de Teatro Catalinas Sur, pionero del género. Más tarde, en 1996, apareció en escena un segundo colectivo: Circuito Cultural Barracas, dirigido por Ricardo Talento, que siguió los pasos de su antecesor para apostar al arte como herramienta política transformadora. Así, la necesidad de fortalecer el entramado social, debilitado por los sucesivos embates políticos y económicos, hizo que la experiencia se consolidara y en tiempos de la crisis de 2001 surgieron otros grupos como el de Matemurga, encabezado por Edith Scher, y que echó raíces en Villa Crespo a partir de la convocatoria que hiciera su mentora a través del programa de radio Mate amargo, en 2002.
El pasado 11 de diciembre –y luego de tanto andar, legitimado por la calidad y el compromiso de la experiencia–, la actividad fue finalmente reconocida por la Legislatura porteña, que sancionó la Ley de Promoción del Teatro Comunitario (ver recuadro). Votada por unanimidad, la normativa introduce modificaciones en la Ley No 156 de Proteatro (El Instituto para la Protección y Fomento de la Actividad Teatral No Oficial de la Ciudad de Buenos Aires), y “tiene por objeto la protección, promoción y difusión del Teatro Comunitario en el ámbito de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires”, al tiempo que aborda la disciplina en su especificidad como “teatro realizado por vecinos y para vecinos, cuya integración al grupo se mantiene abierta a la comunidad y no persigue finalidad de lucro”.
Nota del 8 de Febrero de 2015: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/10-34408-2015-01-05.html